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“La tierra no se queda con nada, gracias a ella permanecemos en el territorio”

Por: Juan Esteban Prado

Fugaces destellos de luz se cuelan entre las hendijas de los finos tablones de chaquiro aserrado, iluminando momentáneamente los dormitorios de la familia Gómez Carmona. El aguacero golpea ferozmente el techo de lata, produciendo un sonido metálico y estruendoso que a ratos interrumpe el sueño de los campesinos extenuados tras una larga jornada de trabajo en las fincas de La Capilla, una de las veredas más antiguas del corregimiento Río Verde de Los Montes, municipio de Sonsón.


Al despuntar el amanecer, una llovizna en retirada recibe en el corredor a Norberto Gómez, generándole un ligero escalofrío por todo el cuerpo. Su mirada recorre cada rincón de la casa y por fortuna la lluvia no ha hecho ningún estrago. Las últimas gotas de agua se evaporan antes de acariciar la tierra y en el patio
una seguidilla de hachazos convierte un pesado tronco en delgados pedazos de madera con los cuales se enciende el fogón de leña. Minutos después la chimenea humeante anuncia la ebullición de la aguadulce para bogar en el trajín del día. Entre bostezos Leydi saluda a su padre, intercambian los buenos días e
inician un breve dialogo alrededor de las labores productivas que esperan por cada una: ella cocinará en el restaurante escolar y él, trabajará hasta el mediodía en el cultivo de café para atender en la tarde los compromisos de la junta de acción comunal.

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“En la actualidad tengo aproximadamente 1000 palos de café. Si bien no son muchos, sirven para conseguir unos pesitos, hacer mercado y evitar afugias en el hogar. Sin embargo, estamos teniendo una situación desconocida para todos, nadie la tenía en sus cálculos: se trata del invierno, la temporada de lluvias. Los cafetales florecen, pero con tanta agua se está pudriendo la puntilla y al caerse entonces se produce menos grano. O sea, el café el año pasado nos dejó esperando por causa del invierno tan largo. A eso súmele la plaga, entonces los palos no son tan productivos. Los técnicos nos dicen: la solución es sembrar café nuevo, pero no es tan fácil para nosotros”.


El grano de café es uno de los pocos frutos que los campesinos de esta región pueden comercializar en el mercado local. La ausencia de vías mantiene desconectado el corregimiento de las cabeceras municipales más cercanas, siendo el principal eslabón en una cadena de olvidos y promesas incumplidas. Esta situación, tantas veces repetidas en toda la geografía nacional, mantiene rezagado un territorio con las propiedades, voluntades y conocimientos para aportar su grano de arena en la política de incentivo a la producción de alimentos prometida por el gobierno nacional.


Norberto no solo cultiva café. Con sus tres hijas y cuatro nietos siembra caña, maíz, frijol, yuca, aguacate, plátano, limón, vegetales, plantas medicinales y bastante amor por las montañas, su familia y la comunidad. “La tierra no se queda con nada. Si uno la trabaja, la papita y la yuquita para la comida están
garantizadas”, dice, mientras corta la caña para la jornada de molienda que ha programado en su antiguo trapiche manual para el fin de semana.

Un espíritu comunitario de toda la vida…

La mañana se acalora con la aparición del sol, evaporando en un abrir y cerrar de ojos la espesa neblina que serpenteaba por el cañón abrazada a la cordillera. Inmensos bosques se extienden hasta el infinito para el disfrute de la vista y el canto de la vida son los sonidos de la naturaleza. En las alturas de los cerros La Paloma, El Sapo y La Vieja, nace el río Murringo, el cual en su descenso recibe las aguas de quebradas y riachuelos, cambiando su nombre por el de Río Verde. Eleuterio Gómez, padre de Norberto, estuvo entre los primeros pobladores de esta región y fue quien dono el lote para la construcción de la iglesia y la escuela de La Capilla, vereda cuyo nombre está asociado al enorme templo de madera que resalta entre las pequeñas parcelas dispersas en el encañonado paisaje, dando cuenta de la tradición religiosa del campesinado rioverdeño.

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“Acá celebramos las semanas santas en vivo. En varias ocasiones he interpretado a Jesús, pero ya no recuerdo en cuantas me han crucificado” expresa entre sonrisas Norberto al pasar enfrente de la iglesia mientras camina hacia la caseta de madera donde se reúne la junta de acción comunal. En sus 70 años de vida ha presidido este escenario de participación durante varios periodos. Al revisar detenidamente el libro de afiliados, en sus primeras páginas se observa la fecha de creación: 24 de noviembre de 1963. Desde esta época, es decir, hace 50 años Norberto está vinculado activamente a la vida comunitaria de la localidad. Es un reconocido líder veredal y también ha fungido como promotor social y concejal de Sonsón durante los años en que ejercer este cargo público no tenía remuneración económica. Escarbando en sus memorias mientras pasa las amarillentas hojas donde están anotados algunos hitos de la historia veredal, recuerda uno de los logros alcanzados junto a otros lideres en procura del bienestar comunitario: “Una de las mejoras más importantes ha sido la electrificación de casi todo el corregimiento en el año 2011. Con varios lideres y lideresas recorrimos las veredas y escribimos una crónica en la cual narrábamos cómo era vivir en pleno siglo XXI sin energía eléctrica. Para nosotros el día terminaba muy temprano, la única luz para alumbrar las noches era la que ofrecían las velas traídas del pueblo. La conexión con los acontecimientos del mundo exterior era bastante precaria. Afortunadamente en esos años la violencia en la región disminuyo y se pudo resolver esa necesidad. Lo único maluco fue que toco pelear más de lo pensado porque La Capilla no había estaba incluida en ese plan y así no aguantaba. Pero finalmente logramos incluirla y hoy tenemos luz en muchas partes”.

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Río verde de los Montes es sinónimo de vida. Este territorio enclavado en el corazón del oriente antioqueño no solo posee todos los pisos térmicos, también es una de las principales despensas de aguas de la subregión y, por la topografía de sus boscosas montañas, históricamente ha sido un corredor apetecido y disputado por los grupos armados con el propósito de no ser detectados con facilidad. La denominada chusma en los años de la Violencia, el M-19 en los 80s, el EPL a inicios de los noventa, así como el ELN, las FARC, el ejército y los paramilitares durante los primeros años del presente siglo dejaron una huella de
dolor y muerte en sus caminos, filos y aguas cristalinas.


Juntos aprendimos a resistir a la violencia.


Antes de ensillar la mula que lo acompañará hasta Argelia para hacer el mercado de la semana, Norberto detiene su mirada en el comedor para observar cómo sus nietos degustan un delicioso huevo rioverdeño preparado por su abuela antes de despacharlos para la escuela. Martín, el más pequeño de todos se acerca lentamente para darle un abrazo y pedirle un bombón de los que tanto le gustan a él y sus hermanos. Un beso en la frente de cada infante es la recarga energética para aguantar la caminata de seis horas: tres de ida y tres de regreso, requeridas por el viaje a pie desde la Capilla a la “Tiendita”, como de manera humorística Norberto llama al pueblo más cercano a Río Verde.


“Entre los años 2000-2012 la guerra fue muy dura en estas cordilleras. Había días con enfrentamientos de muchas horas y, si uno agarraba camino hacia otra vereda o el casco urbano para hacer alguna diligencia fácilmente se encontraba con cualquier grupo armado. Mucha gente inocente del corregimiento fue
asesinada, desplazada o desaparecida. Es el caso de lideres como Amado Otalvaro , Ovidio Duran y Javier González. Este último, por ejemplo, participaba activamente en las gestiones que terminaron logrando la electrificación de Río Verde”.

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En este escenario, con la experiencia acumulada como líder social, Norberto acudió a la palabra, la sinceridad y el instinto de supervivencia para mediar en las relaciones entre los grupos armados y la comunidad. Así logro darles a entender que los pobladores de la región se declaraban neutrales frente a los actores del conflicto armado; incluso en varias oportunidades participo en la liberación de personas secuestradas por simples malentendidos y en una ocasión recibió en la base militar de Argelia la mula incautada a un vecino con la excusa de transportar víveres para las guerrillas.


“Lo paradójico de esta guerra, porque nosotros si podemos hablar de eso, son las volteretas de los armados. Quienes en un tiempo fueron guerrilleros al otro día aparecía como paramilitar. Y en ese tejemaneje si alguien de la comunidad colaboraba fácilmente podía salir perjudicado. Es un círculo vicioso sin final a la vista. A veces solo cambian los nombres porque los apodos son hasta los mismos” reflexiona Norberto en un momento de descanso mientras asciende la empinada falda por la que años atrás transitaban decenas de sus vecinos con centenares de mulas cargadas de café y una esperanza cada vez más cercada por la maleza del olvido estatal.

Por: Juan Esteban Prado

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Etiquetas: , , , Last modified: 26 julio, 2023
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