El pasado sábado 23 de junio se volvieron a dar cita las personas que realmente construyen, viven y se piensan la ciudad. Subieron hasta la Honda, allá arriba cerquita de Santa Elena, en la comuna 3.
Mientras subía por esas lomas mis ojos se salían de las órbitas al ver que todo ese barrio, sus calles, sus casas, las escuelas, las alcantarillas…todo, todo en absoluto fue hecho por las manos de la gente que fue llegando allí de a poco. Unos, desplazados…otras, desplazadas.
Y de esto se habló en este encuentro de la Escuela Interbarrial. Los asistentes se congregaron a pensar y comprender qué es eso del ordenamiento territorial, qué es un plan, qué es el territorio y qué papel han jugado las comunidades en la construcción de esta ciudad del Sagrado Corazón de Jesús. Para ello estuvo presente el profesor César Mendoza Gonzáles, miembro de la Fundación Sumapaz, que orientó la discusión para clarificar estos conceptos tan importantes al momento de comprender cómo, quiénes y de qué forma se ha configurado y se configura Medellín.
De la discusión y la conversación entre todos, se llegaron a precisiones sumamente importantes. Nos dimos cuenta que la Constitución de 1991 se realizó para insertar al país en la lógica del neoliberalismo, que en palabras de cristiano significa que la economía colombiana funcionara en pro del mercado mundial y para beneficio de los empresarios. Por ello a partir de esta época se comienzan a privatizar todas las instituciones estatales que debían satisfacer ciertas necesidades, como es el caso de la salud con la Ley 100 de 1993. La cosa es que Colombia no fue el único país en padecer de esta lógica del lucro. Por la misma época en casi todos los países de América Latina se hicieron constituciones que llevaban a que la economía se manejara por privados y el Estado.
Estas directrices venían de allá arriba, de donde hace frío. Y así como se afectó la salud, la educación, los servicios públicos…también se vio afectada la forma en la que se organiza el territorio. Fue con la Constitución del 91 que surgió el POT, el Plan de Ordenamiento Territorial, a través del cual se intentó determinar el uso de los territorios, para que se adecuaran al nuevo mercado.
Con esos planes, que son pasos o métodos para conseguir objetivos que persigue la administración, al margen de los intereses de las comunidades, se intenta instaurar en los territorios un hábitat desde arriba, extranjero, que no corresponde a ningún tejido social construido por la gente desde hace décadas. Colombia se ha configurado desde los años 40 por el fenómeno del desplazamiento forzado. En el 48 hubo una gran ola de desplazamiento, pero no sólo por el conflicto entre liberales y conservadores sino porque se necesitaba mano de obra para una recién industria que comenzaba a desarrollarse en el país. De esta manera, cuando las personas comenzaron a llegar a las ciudades, se juntaron en «convites» a través de los cuales «había un proceso de apropiación del territorio» pues la gente inmediatamente llegaba, comenzaba a transformarlo. Y esta es la historia de Moravia, de Castilla, de San Javier, de Manrique, de Popular 1 y 2, de la Paralela, de Robledo….
¿Los barrios populares en el caos?
Y es en este punto en el que se llega a la más importante conclusión del encuentro. La gente, independientemente de las políticas y los proyectos que ha tenido la Administración Gubernamental para el uso de los territorios, ha hecho sus propios planes de ordenamiento territorial, pero no guiados por los intereses del mercado (¡ni más faltaba!) sino por sus propias necesidades. Ellos han llegado a los territorios y sin la ayuda de nadie han levantado las casas, las iglesias, las escuelas, «los parquesitos para los niños», han organizado sus acueductos, se han rebuscado la manera de tener energía, han cuidado la tierra y la han cultivado. Ellos han hecho de los suelos territorios habitables y han construido solidariamente comunidades sin recursos… con sus manos y sus esperanzas.
pisotear son personas de carne y hueso, no la tierra en la que se han dado para sí un lugar bajo el sol.
Bajé de allí pensando que en algo tiene razón la Alcandía, sí son lugares de gran altura: zonas en las que se corre el riesgo de tocar las estrellas.