La gran importancia del debate del 31 de agosto de 2011 en la Cámara de Representantes, fue mostrar al país cómo opera el mecanismo del despojo, mediante el cual las tierras son robadas con violencia a los campesinos para luego ser traspasadas a los grupos del gran capital, por los beneficiarios directos del despojo, quienes se embolsillan grandes sumas de dinero.
Las masacres, asesinatos y amenazas que provocan el desplazamiento forzado, van seguidas de sucesivas compra-ventas que violan todas las normas que supuestamente protegen a los desplazados y, lo que es más grave, finalmente se modifica la Ley para sanear toda la historia de muertes y trampas.
Quedó claro que la famosa “flexibilización” de la Unidad Agrícola Familiar, es apenas un mecanismo para facilitar y legalizar el despojo del campesino y el paso de la tierra a manos del capital financiero. El conjunto de argumentos y denuncias presentadas por los citantes, mostró y demostró a cabalidad cuál es la hoja de ruta del despojo.
Pero algo quedó oculto: la propaganda que hace el gobierno cuando afirma que su política y las normas que el Congreso le aprueba, van a provocar un acelerado desarrollo (capitalista) del sector agropecuario, es pura propaganda, como fue solamente propaganda cuando el gobierno anterior aseguró lo mismo y además anunciaba que hasta millones de hectáreas serían sembradas de palma aceitera.
Una cosa es que un empresario o varios grandes empresarios reciban tierra arrebatada a los campesinos y con diferentes prebendas del estado pongan a funcionar allí una floreciente empresa, como sucedió con los consabidos beneficiarios de Agro Ingreso Seguro y otra cosa diferente es que eso desencadene el desarrollo (capitalista) en el campo.
Tampoco han provocado el desarrollo (capitalista) agropecuario, los subsidios a los productores de etanol, ni las exenciones de impuestos ni las leyes que obligan a consumir el etanol, porque una cosa es que los monopolios azucareros se hayan llenado de dinero y otra cosa es que esos monopolistas no logran producir competitivamente ni exportar una gota de etanol ni provocan por tanto el desarrollo (capitalista) acelerado de la agricultura colombiana.
No se ha puesto en evidencia el papel desmesurado que en Colombia tiene la renta de la tierra. Cómo los estudios de la misma SAC demuestra que la tierra en Colombia es más cara que en Brasil, Ecuador o Costa Rica y los estudios de los mismos empresarios agrícolas productores de caña han mostrado que la tierra del Valle del Cauca para caña de azúcar es la más cara del mundo para ese fin.
El desperdicio de 18 millones de hectáreas aptas para la agricultura, es el resultado del latifundio especulativo que se ha fortalecido al extremo en los últimos años y ha concentrado la propiedad de tierra mucha más tierra que la que antes ya concentraba. El despojo violento de los desplazados ha sido funcional a ese latifundio especulativo y la lógica de éste, es la que lleva ahora a expedir las normas que requiere para pasar las tierras de las cuales se apropió, al mercado financiero y aprovechando la coyuntura internacional de altos precios de los cereales, del algodón de los agrocombustibles, de la carne y de otros productos agropecuarios, colocar esas tierras en el mercado financiero mundial. Las tierras, no los productos agropecuarios. Los commodities de Colombia no serán alimentos ni algodón ni agrocombustibles, sino tierras.
No se ha puesto en evidencia que Colombia no es Brasil, ni Argentina, ni siquiera Paraguay, ni Costa Rica, ni Ecuador. Porque con los altos precios de la tierra lo que hay es especulación con la tierra. El inversionista puede ser un gran productor agropecuario en su país de origen, pero en Colombia su mayor ingreso va a ser otro: la especulación con la tierra. Puede ser un capitalista financiero, tal vez hasta piense en mutar en gran productor agropecuario, pero cuando llega y ve cuánto gana con la tierra, muta en latifundista especulativo y pone sus tierras a cotizar en las bolsas de valores. El interés especulativo con la tierra del gran capital va a reforzar la barrera que para la competitividad es el costo de la tierra en Colombia y va a rezagar aun más el desarrollo (capitalista) del campo colombiano, como se rezagó más durante el gobierno anterior.
Porque los latifundistas especuladores sean del país que sean, Colombia no va a volverse como el país de origen de esos inversionistas, como Colombia no se va a parecer a Canadá o a Inglaterra porque las empresas mineras sean canadienses o inglesas. Porque un empresario argentino compre fincas donde tenían tierra los campesinos, no se va a sembrar toda la tierra agrícola como en Argentina.
Las tierras agrícolas desperdiciadas se van a seguir desperdiciando, porque las tierras que van a los grandes capitales, son tierras arrebatadas a los campesinos con violencia o vendidas a bajos precios gracias a la “flexibilización” de la UAF, para que al otro día valgan 10 veces más. Con eso la barrera para la rentabilidad agropecuaria se mantendrá. La agricultura seguirá entre la espada de las importaciones y la pared de la alta renta de la tierra.
El ministro de Hacienda aseguraba en el debate del Plan de Desarrollo que las nuevas tarifas del predial ayudarían a bajar la renta de la tierra. No es así, como bien se dijo en el debate, porque las tarifas como se diseñaron van a golpear al mediano propietario para que le venda al grande. ¿Por qué? Primero porque la tarifa no es progresiva. Para que golpeara a los grandes debería ser mucho menos para pequeños y medianos, más para grandes y muchísimo más para los de grandes latifundios. Pero además la tarifa debería ser diferencial, más alta para la tierra pura y menor para las mejoras.
El ministro de Hacienda quiso comparar sus nuevas tarifas con el efecto de los impuestos a los latifundistas durante la era Meiji: el desarrollo (capitalista de la agricultura), pero olvidó mencionar el hecho histórico que la película “El último Samurái” ha popularizado: Japón no puso en vigencia el tratado comercial con Estados Unidos y el Emperador destituyó al ministro que quería imponerlo. Así mismo, Brasil o Argentina no han firmado tratados de libre comercio y no lo harán mientras Estados Unidos y Europa no dejen de subsidiar su producción agropecuaria. Pero en Colombia cada vez se importan más alimentos y si se ponen en vigencia los tratados de libre comercio con Estados Unidos y la Unión Europea, la ruina de los productores de granos, aves o leche, va a hacer que los nuevos impuestos prediales solamente sirvan para que se acreciente la concentración especulativa de la propiedad, porque muchos medianos propietarios, incluidos pequeños empresarios, no resistirán.
En resumen siendo excelente el debate para mostrar los mecanismos del despojo, no mostró la falsedad de la propaganda oficial sobre el gran desarrollo empresarial agropecuario. ¿Mostrar esa falsedad significaría que estamos por el modelo de priorizar el desarrollo del gran agronegocio? No, estamos por la vía campesina, por la defensa de la diversidad étnica y cultural y la protección del ambiente y los ecosistemas. Pero debemos saber a qué en concreto se enfrenta el pueblo colombiano: al latifundio especulativo lanzado al mercado financiero transnacional.