Yo voto, SÍ, porque defiendo la vida como valor supremo y como postura ética y no como un asunto biologista y religioso
Yo voto, SÍ, porque aquellos que no han sido paridos merecen una mejor oportunidad bajo el cielo
Yo voto, Sí, porque aquellos a los que nunca veré sus rostros, no conoceré sus nombres ni sus historias, y jamás compartiré palabra alguna, son mis semejantes, porque en ellos y en mí subyace la esperanza de la justicia, la bondad, el amor y la libertad.
A unas horas de abrirse las urnas para votar el plebiscito, y de enfrentarnos a un pasaje de la historia que nos exige defender la humanidad, releo un texto de A. Camus “Cartas a un amigo alemán”, en este libro, Camus alude a la importancia vital de la justicia a partir del diálogo entre dos hombres que han sido enemigos y que han combatido en la guerra, los cuales se han enfrentado, han asesinado, han mutilado, y se han “envilecido”.
Leo esas espesas líneas, y pienso que en este país ha sucedido lo mismo, como SOCIEDAD, nos hemos envilecido, no ha sido solo un asunto de guerreros; este envilecimiento se puede ver reflejado en las posiciones guerreristas que hoy están sitiando la oportunidad de lograr un acuerdo entre dos enemigos históricos que tendría como efecto concreto, el no seguir incrementando la ya larga lista de víctimas que hoy tenemos y sentar bases para la construcción de un país distinto.
Votar en contra del acuerdo es condenar a muerte a: campesinos y campesinas pobres, a los jóvenes de las comunas más vulnerables, a los soldados, a los guerrilleros; es perpetuar el dolor, es alargar el castigo infame contra la especie misma, es dictaminar que la única salida a nuestros problemas sociales, es el asesinato, como lo diría F. Hinkelamert, es situar a los seres humanos en el abismo, porque asesinar a tu semejante, es el suicidio propio de nuestra humanidad.
Condenarnos como humanidad, es negarnos a la esperanza que busca acabar los gritos constantes de desolación que nos deja la guerra, guerra en la que la responsabilidad no es solo de las Farc, sino también del Estado, el cual ha realizado miles de ejecuciones extrajudiciales, desapariciones, asesinatos, torturas, señalamientos, desplazamientos, etc. Votar contra la oportunidad de cambio, es rendirnos ante la historia que hoy abre sus puertas a la construcción de nuevas formas de ser y estar en esta tierra.
Las víctimas del conflicto colombiano y las generaciones futuras, reclaman de parte nuestra, una posición ética, reflexiva y ante todo humilde; humildad, para reconocer que nuestro papel en las urnas será está vez el de decidir sobre la vida misma, ¡Que momento tan sublime ante el que nos hayamos, que responsabilidad tan enorme es la que tenemos al frente de nuestros rostros curtidos y muchas veces endurecidos por la guerra misma, que paradoja es este momento, pues este tiempo nos exige sin premura alguna buscar en el fondo de nuestras almas la humanidad que se nos ha ido desdibujando!
Las horas del reloj siguen avanzando, el corazón late esperanzado en que el día domingo, 2 de octubre, sea el tiempo para una nueva historia, sea el tiempo de dar respuesta a preguntas como las que se planteaba la Asociación Campesina de San José de Apartadó, cuando en una de sus cartas en el año 2015 expresaba “ A nosotros al igual que a ustedes, nos duele la muerte de nuestros jóvenes soldados, pero a nosotros a diferencia de ustedes, no nos alegra la muerte de ningún guerrillero, porque la muerte violenta de cualquier colombiano nos disminuye como patria y la celebración por esas muertes nos desmiente como seres humanos. ¿Cuántos muertos hacen falta para entender esta verdad tan simple? ¿Qué nivel de atrocidad necesitan para verse obligados, rodilla en tierra y llorar y lamentarse desgarradamente como tantas veces los hemos hecho nosotros ante los cadáveres despedazados de nuestro seres queridos?”.
A estas dos preguntas, a esta interpelación moral y ética tendremos que acudir- responder, y seremos responsables ante la historia por detener en parte esta guerra o por alargarla.