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CRÓNICA: La paz se viste fiesta

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El cielo estaba despejado, al fondo el sol apenas empezaba a asomar, debo decir que fue uno de los amaneceres más bonitos que haya visto en mucho tiempo. Eran las 5:10  de la mañana cuando llegué a los Llanos de Yarí, lugar de la Décima conferencia de una de las guerrillas más antiguas del continente; después de dos vuelos con retraso, 3 horas en taxi desde Florencia hasta San Vicente del Caguán, y 5 horas en campero hasta el lugar del evento, finalmente había llegado, el trasnocho, las ojeras y el cansancio por viajar toda la noche valían la pena, se sentía un ambiente de lucha y resistencia, se sentía esperanza.

De lejos se veían carpas gigantes, una tarima enorme, quienes estaban cerca de donde llegamos nos daban la bienvenida, de repente la “guerrillerada” como mencionan a su tropa los comandantes de las FARC, empezaban a subir desde el campamento, todos aseados, algunos con uniforme guerrillero, otros con pantalón, botas pantaneras y camisas de civil, como quien va a una fiesta, pero mantiene su cotidianidad. Muchos, llevaban en sus manos una pequeña silla, y en la otra material de estudio, esta vez no  empuñaban armas, esta vez llevaban las manos llenas de ilusiones.

Los vi pasar y vi como el sol los arropaba mientras caminaban hasta la tarima, hice algunas fotografías de afán en ese momento, pues era difícil mirar a través de un lente cuando la historia va pasando en frente de tu nariz.

Me apresuré a buscar el sitio de acreditación para la prensa, los guerrilleros son muy disciplinados y a las 7 en punto arrancaba la instalación de tan histórico evento. Martin uno de los guerrilleros encargados de logística, me entregó la escarapela y con gran amabilidad me llevó él mismo hasta el campamento donde dormiría; Allí me recibieron, me ayudaron a cargar mis cosas y me asignaron una “caleta” nombre con el cual denominan las camas de los guerrilleros, una cama construida en barro encima tablas, paja, una colchoneta con cobija y un toldillo.

Pocos minutos después de estar acomodando la cama para salir a la instalación, se acercó una guerrillera, su nombre es Sharit. Tiene piel morena, los ojos negros grandes, me saludo y al ver entre mis cosas algo de maquillaje, me dijo – Yo de maquillaje solo se aplicarme labial, a lo que respondí ¿Quieres que te maquille?, me dijo -Me gustaría, porque quiero estar muy bonita, lo de hoy es algo muy importante es como cuando uno va a casarse. Yo sonreí y empecé a aplicarle polvos, sombras, mientras ella iba diciendo. – Yo pienso que la paz y lo que se nos viene ahora a nosotros es como un matrimonio, uno sabe que no todo es bonito, pero hace lo que sea porque todo salga bien y hoy nosotros vamos rumbo a dar el sí.

No podía evitar la emoción que sus palabras me causaban, es la esperanza misma floreciendo, es la sonrisa del anhelo de un mañana mejor, es como sentir que algo nuevo nace, esta vez es la patria es la que nace.

Me contó que a su padre lo habían asesinado cuando ella apenas tenía 12 años cerca al Valle del Cauca, quedó sola con su mamá. En esa época había una fuerte presencia de los paramilitares en el lugar donde vivían, la amenaza de ser desplazadas y correr peligros era muy latente dice. Le pregunto cómo fue su ingreso a el grupo armado y evade la pregunta, sigo entonces maquillando sus ojos, el silencio entre las dos por un momento, me hizo comprender que hay muchas heridas que no han sanado, que aún hay cosas que no se pueden contar porque duelen. Rompe el silencio y me dice – Fue a los doce y fue por yo quería, porque sentía que nos iban a matar a mi mamá y a mí.

Nos apresuramos a salir del campamento para ver la instalación, llegamos al sitió y se ubicó con sus compañeros, la vi escuchando atenta las palabras de Timochenko, sonreía todo el tiempo se veía feliz, era como si toda ella se llenara de vida y esa vida se le reflejaba en los ojos, en las manos, en el cuerpo.

El acto de instalación fue más corto de lo que pudiéramos imaginar, fue conciso y elevó la moral de la guerrillerada, Timochenko hablaba con gran optimismo, hubo una frase que marco esa mañana “Si nuestros adversarios quieren pregonar que ganaron la guerra, allá ellos. Para las FARC-EP y nuestro pueblo, la mayor satisfacción será siempre haber ganado la paz.” La frase retumbo en la cabeza de muchos colegas ese día, porque mientras redactaban sus notas sobre la instalación conversaban sobre la misma. Tiene la razón Timoleón aquí no hay vencidos ni vencedores, aquí la única que iba ganando era la guerra y las consecuencias que ella deja, necesitamos indiscutiblemente que gane la paz.

Por la noche cuando regresé al campamento pregunté por ella y se había ido, debía regresar a su zona para cumplir una misión me indicaron. Me quedé entonces con el recuerdo de una joven llena de esperanza por un país mejor, con la imagen de una mujer que entiende los retos que la construcción de paz trae, y con la mirada de una niña valiente que solo intentó salvar su vida. 

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Last modified: 29 septiembre, 2021
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