Nuestras comunidades indígenas, afrodescendientes y mestizas de las cuencas del los ríos Atrato, Baudó, San Juan, el litoral Pacífico y el golfo de Urabá viven su propia pasión. La muerte sigue tocando nuestras puertas, pero al mismo tiempo LA VIDA se hace presente en tantos signos de resistencia ante la muerte.
La experiencia de la resurrección nos impulsa a ser TESTIGOS DE LA ESPERANZA, a vencer todas las amenazas que siguen presentes en nuestro territorio y en las comunidades. Nos animan las palabras del resucitado: “no tengan miedo, he vencido el mundo”. Por eso hoy debemos aumentar nuestro compromiso profético, nuestras voces se deben unir y estar más fuertes para denunciar los atropellos a la vida.
Inspirados en este núcleo de nuestra fe, queremos invitarles a estar vigilantes para que esta experiencia de resurrección permanezca entre nosotros, ya que somos enviados y enviadas como “ovejas en medio de lobos” (Lc 10,3).
¿Ante qué debemos estar vigilantes? Ante toda amenaza y ataque a la vida, que en los últimos tiempos se manifiestan en los siguientes hechos:
• Las prácticas y ofertas que hacen sectores de políticos, empresas y actores armados que inducen a dirigentes comunitarios a vender su conciencia, a traicionar las causas de sus organizaciones y a poner en riesgo el futuro de las comunidades, como está ocurriendo en la actualidad, de manera especial con las empresas explotadoras de recursos naturales que han generado divisiones y conflictos entre las comunidades y sus lideres, para poder seguir con sus intereses mezquinos.
• Estas actitudes y prácticas desleales también son dadas por procedimientos aparentemente legales sobre las consultas previas a las comunidades indígenas y afro descendientes, para que manifiesten su voluntad de permitir o no la explotación de recursos naturales, o la realización de obras en sus territorios. Estas consultas no se están ajustando a los procesos normativos, constitucionales y legales y no garantizan la libertad en la toma de decisiones de las comunidades, pues en repetidas ocasiones son las mismas empresas las que llevan a cabo dichos procesos, frente a lo cual las instituciones públicas competentes no ejercen plenamente su deber de protección, defensa y garantía del ejercicio de los derechos individuales y colectivos de estos pueblos, quienes están expuestos al saqueo de sus recursos ante la mirada cómplice de las instituciones encargadas de defender los recursos naturales.
• Sólo “la verdad nos hará libres” (Jn 8,32), por ello no podemos permitir que sea el engaño, el fraude y la manipulación de las comunidades las que se impongan en la realización de estas simuladas consultas, pues los testimonios se repiten para evidenciar que listas de asistencia de miembros de comunidades locales en ciertas reuniones, sean luego presentadas como prueba de aceptación de los proyectos o intervenciones sobre sus territorios. De otro lado se reciben denuncias, sobre líderes que reciben dinero por firmar convenios, acuerdos y contratos con dichas empresas, sin autorización de sus comunidades.
• El pánico se quiere apoderar una vez más de nuestras comunidades, pues durante el tiempo de cuaresma salieron de nuevo las voces de la muerte, de la amenaza, la segregación, la exclusión y la intolerancia en los panfletos que circularon, y siguen circulando, de parte de grupos paramilitares que, bajo el manto de la mal denominada “limpieza social”, quieren imponer a sangre y fuego un poder que no logra ser controlado por la institucionalidad. El temor ocasionado por los asesinatos macabros que se han presentado a raíz de estas amenazas, está transformando las dinámicas de las comunidades, en particular de la población juvenil.
• Lamentamos que incluso miembros de nuestra sociedad aplaudan este proceder de las amenazas, pues con ello se convalida la idea que los problemas sociales se solucionan con la violencia y no con la aplicación de la justicia y políticas de beneficio comunitario.
Nuestra fe en Jesucristo muerto y resucitado nos llena de esperanza. Este acontecimiento pascual nos da la fuerza para continuar nuestro caminar en defensa de la vida para que ésta “sea abundante” (Jn 10,10).
La fuerza de la resurrección hizo que el pánico de los discípulos desapareciera, que la dispersión ante el temor de la persecución fuera vencido, y se congregaran a vivir en comunidad; superaran todas las divisiones y desde allí “todos tuvieran un sólo corazón y una sola alma” (Hech 2, 42-47).
Esta misma experiencia de vida nueva en Jesús de Nazareth es la que nos impulsa hoy a seguir siendo testigos de unidad, de comunidad, por lo tanto los animamos a fortalecer la unidad de nuestras comunidades y a no permitir que los lobos vestidos de ovejas las sigan engañando La luz del resucitado debe iluminar nuestra casa, por ello debemos ser más críticos, ejercer veeduría a las acciones de nuestros líderes y de todos aquellos que manejen recursos de las comunidades, incluidas las instituciones del Estado, a fin de que se evite la corrupción y los malos manejos no sólo de recursos, sino de procedimientos legales que generen mayor victimización a las comunidades.
Elevamos nuestra voz ante el Estado colombiano para que fortalezca su legitimidad al ejercer su función primordial de proteger la vida y los derechos de los ciudadanos. Los organismos de control deben aumentar su intervención para que los ciudadanos se vean efectivamente representados y no abandonados ante los intereses de particulares que sólo buscan sus beneficios y no la convivencia armónica, basada en la justicia y el respeto de los derechos de los pueblos indígenas, afrodescendientes y mestizos, moradores de este rico territorio del departamento de Chocó.
Que la celebración de la pascua de Jesucristo sea efectivamente nuestro paso del pecado a la gracia, de la muerte a la vida, para todos y todas sin ninguna distinción.