Masacre de El Salado, Montes de María
Febrero 2000 – Febrero 2012
“Vi que no había nadie, aunque seguía oyendo el murmullo como de mucha gente en día de mercado. Un rumor parejo, sin ton ni son (…) Comencé a sentir que se me acercaba y daba vueltas a mi alrededor aquel bisbiseo apretado como un enjambre, hasta que alcancé a distinguir unas palabras casi vacías de ruido: «Ruega a Dios por nosotros». Eso oí que me decían. Entonces se me heló el alma”.
La Comala
Juan Rulfo
A tan sólo nueve días de haber concluido la masacre de El Salado, el 1º de marzo de 2000, el jefe paramilitar Carlos Castaño se justificaba, en una entrevista con el periodista Darío Arizmendi, diciendo: “yo lamento que situaciones como esta se presenten, pero ante todo yo creo que se está evitando un mal mayor con una incursión como esta duras y fuertes y difícil que el país la entienda. No tiene aceptación de ninguna manera, pero yo creo que las cosas que se impiden con cosas como esta, a largo plazo son muchísimas”.
Pues llegaron los Castaño
buscando a los caballeros
que andaban por Tacaloa,
Playoncito y El Barguero.
Como no los encontraron,
le tocó pagar al pueblo.
Aquí hubieron muchos muertos
que hasta perdimos la cuenta,
algunos dicen que cien,
otros que ciento cincuena.
No los vamos a cobrar
porque eso no tiene precio
Bienvenidos a El Salado
Samuel Torres, campesino de El Salado
Disco Las voces de El Salado
El Salado era un corregimiento del Carmen de Bolívar, enclavado en la región de Montes de María, una despensa agrícola salpicada de arroyos y verdes cerros, donde además de tabaco, se producía ahuyama, ajonjolí, yuca, ñame y maíz.
Pese a la falta de vías que lo comunicaran con la cabecera municipal, era una tierra floreciente donde vivían unos 7.000 habitantes quienes, mediante el trabajo desarrollado en organizaciones comunitarias, lograron la instalación de acueducto, energía eléctrica y alumbrado público, un centro de salud, varias escuelas, un colegio de bachillerato y hogares comunitarios. Los saladeros sembraban, desde hacía años, los pinitos para convertir al corregimiento en municipio.
Como crecen tus montañas me viste crecer,
por tí aprendí a querer cuando me enamoraba.
Alejada de ti me mata la nostalgia,
bajo tu cielo estrellado quería envejecer.
Un caso inesperado la vida nos cambia
y se abandona el pueblo que nos vio nacer.
Mi viejo Salado
Edilma Cohen
Disco Las voces de El Salado
Pero ni las bondades de la naturaleza ni la infraestructura que lograron levantar para mejorar sus condiciones de vida, fueron barrera suficiente para protegerlos de la pugna entre las organizaciones guerrilleras y las estructuras paramilitares, que bajo el supuesto de combatir a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC-EP) y al Ejército de Liberación Nacional (ELN), perpetraron 42 masacres entre 1999 y 2001, dejando 354 víctimas fatales y un sinnúmero de desterrados.
Desde la navidad anterior a la masacre, una suerte de presentimiento mantenía a El Salado en una zozobra permanente. A finales del 99 desaparecieron –supuestamente, porque nunca hubo denuncia formal– unas 400 reses de Enilse López, más conocida como La Gata, quien aportó despampanantes cantidades de dinero en la primera campaña presidencial de Álvaro Uribe Vélez y fue condenada, en 2011, por sus nexos con el paramilitarismo. Dio la casualidad de que terminada la infructuosa búsqueda, en diciembre de ese año un helicóptero sobrevoló el corregimiento y desde él fueron lanzados unos panfletos que decían: “Cómanse las gallinas y los carneros y gocen todo lo que puedan este año porque no van a disfrutar más”.
En una reunión realizada en El Avión, finca ubicada en el municipio de Sabanas de San Ángel, Magdalena, los jefes paramilitares Salvatore Mancuso, Jorge 40 y Jhon Henao, alias H2, delegado de Carlos Castaño, declararon a todo el pueblo como integrante o afín a la insurgencia y planearon la masacre de El Salado que se ejecutó entre el 16 y el 21 de febrero de 2000, con el interés, más que de eliminar al enemigo, de exhibir su poder absoluto frete a la absoluta indefensión.
Durante seis días 450 paramilitares recorrieron las zonas rurales de los municipios de Carmen de Bolívar, Ovejas y Córdoba haciendo un cerco alrededor de El Salado. A su paso dejaron personas ahorcadas, ahogadas y horadadas con ráfagas de fusil, mujeres violadas, familias desterradas: tierra arrasada, tierra sin gente y gente sin tierra.
En la mañana del viernes 18 de febrero, los saladeros dejaron de escuchar los rumores de las muertes en los pueblos vecinos y afinaron el oído ante las balas cada vez más cerca. Los aviones fantasma que sobrevolaron durante la noche anterior, tan bajo que hasta levantaban los techos de las casas, cambiaron de lugar con los helicópteros artillados que disparaban desde el aire.
Muchos se escondieron en las casas, de donde los paramilitares los sacaron. Otros más, la mayoría, huyeron al monte, dejando atrás a sus familiares, sus hogares, sus cultivos, sus sueños colectivos, persiguiendo la sobrevivencia.
El parque fue el escenario del terror. Allí fueron llevados hombres y mujeres, elegidos para morir como quien escoge papas de entre un bulto. Cuentan los sobrevivientes que los paramilitares comenzaban a contar de uno en uno y a cualquiera le decían “ven tú”.
Unos fueron castigados con la tortura y asesinato en plaza pública, y otros con el terror que producen los gritos y los cuerpos desmembrados.
Ya eran muchos los cadáveres tendidos sobre el suelo del parque, cuando llegaron dos jóvenes encapuchados, “supuestos guerrilleros” dicen algunos testigos. Un paramilitar les dijo que señalaran a los guerrilleros, y al mirar en derredor no pudieron más que dejar escapar una lágrima.
Cuentan también que los paras no sólo estaban armados de fusiles, también llevaban instrumento musicales que habían sacado de algunas casas. Cada grito de dolor, cada gota de sangre derramada, estuvo acompañada por el silencio aterrado de los testigos y por el festejo de los victimarios.
Entre tanto en la Gobernación de Sucre se desarrollaba un consejo de seguridad encabezado por el entonces coronel de la Armada Rodrigo Quiñones y el gobernador encargado, Humberto Vergara. En ella llegaron a la infame conclusión de que “los delincuentes de las AUC emplearon en sus actos delictivos a guerrilleros de las FARC que los guiaron hasta los campamentos del Frente 37”… “La modalidad de realizar actos delictivos de civil por parte de los bandoleros de las FARC les permite confundirse con la población civil y pasar a ser campesinos en el momento de un enfrentamiento armado”…
Algunas personas que se encontraban en el casco urbano de Carmen de Bolívar, intentaban entrar a la zona por sus propios medios en vista de que las autoridades no hacían nada, pero la carretera fue bloqueada por los militares con la justificación de que estaba minada y no tenían helicópteros disponibles para una operación aérea.
Implorando al cielo el día lloraba,
al oír su clamor el sol
las horas detuvo entre los cerros,
la tarde atormentada se hizo lenta
y la noche sollozante no durmió
Mi viejo Salado
Edilma Cohen
Disco Las voces de El Salado
Al día siguiente los paramilitares abandonaron el pueblo, dejando 60 personas asesinadas. Se fueron por la vía que se suponía estaba minada, la misma por la que minutos más tarde entraron miembros de la Infantería de Marina.
Además de ver morir a sus familiares y vecinos, de huir al monte con el corazón arrugado y luego regresar para comprobar la dimensión de la masacre, los habitantes de El Salado fueron testigo de la descomposición de los cadáveres que esperaban la llegada de la Cruz Roja o la Fiscalía o quien se compadeciera. Finalmente la gente, aún horrorizada, cavó fosas poco profundas y enterró algunos de los cuerpos.
Después llegó el éxodo, la discriminación y la miseria. El Salado se convirtió en un pueblo fantasma. Hoy apenas unas 750 familias han retornado.
Mientras viva seguiré cantando,
todas mis canciones serán para ti.
Grito con orgullo “soy del Salado”,
un pueblito olvidado de mi país.
Mi viejo Salado
Edilma Cohen
Disco Las voces de El Salado
Los paramilitares entraron a Sucre y Bolívar en 1997, cuando un grupo de empresarios y políticos locales, junto a los hermanos Castaño y Salvatore Mancuso, decidieron crear un grupo paramilitar en la región. Progresivamente se fueron involucrando con élites locales y con el negocio del narcotráfico, recibiendo contribuciones de grandes propietarios y narcotraficantes que habitaban la zona.
Corregimiento El Salado, sitio Loma de las Vacas, y vereda El Balguero.
Corregimientos de Canutal y Canutalito, y veredas Pativaca.
Vereda La Sierra.
La investigación que adelantó Memoria Histórica identificó un total de 60 víctimas fatales, 52 hombres y 8 mujeres, entre los cuales había tres menores de 18 años, 12 jóvenes entre los 18 y los 25 años, 10 adultos jóvenes entre 26 y 35 años, 23 adultos de 36 a 55 años, y 10 adultos mayores.