Con lágrimas en sus ojos, Rosalba, una campesina de San Carlos ya radicada en Medellín empieza a narrar su historia, empieza a recordar el día de los hechos, el día de la masacre, día en que los paramilitares presentes en este pueblo del oriente antioqueño asesinaron a su esposo Pablo Emilio Martínez.
“Eso fue el 15 de abril del año 2000, Pablo Emilio en esa fecha tenía 41 años, comenta y continúa diciendo, era un hombre alto, moreno, robusto; trabajador, dedicado al hogar, tenía siete hijos. Esa mañana nos pararon ahí al frente de la casa finca que se llamaba Villa Roca, ahí ya tenían a varios de la vereda, del carro donde veníamos solo bajaron a dos a mi esposo y a el esposo de Dioselina.” Dioselina es otra de las víctimas que dejo este macabro hecho, también perdió a su esposo; y ha sido el dolor y la tragedia quien ha unido a estas mujeres, hoy son amigas, compañeras que luchan porque este hecho no quede en la impunidad y sus víctimas sean reparadas.
Continua. “En ese reten habían varios hombres uniformados, encapuchados habían como 4 y en el brazo llevaban un brazalete que decía AUC (Autodefensas Unidas de Colombia), detrás de nosotros venía otra escalera, que bajaba de la vereda Santa Inés, en esa venía mi hermanito José de Jesús Mejía y el esposos de Martha, don Humberto Noreña”
Las víctimas de la masacre de la escalera en total fueron 13, campesinos provenientes de las veredas aledañas al casco urbano de San Carlos y que se desplazaban ese sábado hacía el pueblo porque era día de mercado.
“Ellos no hacían más que trabajar como animalitos, trabajar duro como hacen los campesinos, ellos no eran nada de lo que los acusan. De ellos dicen que eran guerrilleros, colaboradores, pero eso no es cierto, mi esposo no era nada de lo que lo acusan” Para el año 2000 y posteriores años, San Carlos tenía la presencia de todos los actores del conflicto, Paramilitares, Guerrilleros de las FARC y el ELN, Ejército disputaban la zona. El pueblo estaba dividido y la población en medio del conflicto era tildada de pertenecer a algún grupo armado o ser colaborador, dependiendo de la zona donde se encontrara.
“Mi esposo estos días estaría cumpliendo 57 años, de él extraño todo, era muy bella persona, teníamos 20 años de casados…” en este momento Rosalba rompe en llanto y pide que paremos la narración, su hijo mayor quien lleva el mismo nombre de su padre continúa y dice “Yo le voy a contar la historia un poco más atrás, porque la violencia ha golpeado mucho a mi familia. A principios del año 2000 nos asesinaron a mi tío Alfonso Mejía, a él lo sacaron de su lugar de trabajo, lo mató la guerrilla, dijeron que él era colaborador del Ejército, por el simple hecho de que le gustaba viajar a Medellín”
“Lo del caso de la escalera paso así, era sábado, víspera del domingo de ramos mi papá bajaba al pueblo a hacer mercado, cuando ya faltaban como 5 kilómetros para entrar al parque de San Carlos, detuvieron las escaleras en que viajaba la gente, ahí empezaron a seleccionar, a mi papá lo bajaron y lo hicieron montar junto con 13 o 14 persona a otro carro escalera. Yo recuerdo que en la entrada al pueblo siempre había un retén del Ejército, ese día cuenta mi mamá que ese reten ya no estaba; los paramilitares pasaron por ahí, entraron al pueblo, pasaron con las víctimas por las calles principales, por al frente de la alcaldía y nadie se percató, nadie dijo nada…”
Diferentes denuncias de las víctimas y narraciones de sus historias han revelado la complicidad en muchos de los casos entre paramilitares y miembros de la Fuerza Pública. “A ellos, a los que se llevaron los encontraron 15 días después de que se los llevaran, todos enterrados en unos huecos y tapados por ramas, ya los animales se los estaban comiendo”
“La guerra en Colombia es muy difícil, no solo por las víctimas que deja, sino por la indiferencia de la gente, no le dan trascendencia porque no los toca, porque no les duele” dice con rabia Pablo, quien intenta ocultar las lágrimas que le producen el dolor de revivir la historia de su padre y además asegura que el gobierno nunca ha cumplido su papel de ente administrador.
Se seca las pocas lagrimas que se asomaron y continua la historia “Mi papá fue el mejor papá del mundo, era mi amigo, mi hermano, mi todo, siempre estábamos juntos, yo recuerdo que nos gustaba jugar fútbol o armar paseos familiares. Mi vida era él”
Después de la masacre de la escalera la familia Martínez Mejía se desplazó por presiones de los grupos armados a la ciudad de Medellín allí Rosalba y sus siete hijos vivieron el calvario no solo de cargar con el recuerdo de la muerte de Pablo Emilio, sino además de los problemas propios que produce el desplazamiento forzado. “Mi mamá llego a Medellín sola con sus siete hijos, yo soy el único varón, la más pequeña en esa época tenía 3 años, entonces ya se imaginaran que es estar una mujer sola en una ciudad que no conoce con siete menores de edad. A nosotros nos tocó muy duro, llegamos sin nada en las manos, solo con la ropa puesta, de arrimados…”
“Yo admiro la fortaleza que tuvo mi mamá para sacarnos adelante, nos tocó vender cosas en la calle, agua, empanadas, dulces… de todo. A los tres mayores nos tocó olvidarnos del proyecto de vida que teníamos, no pudimos estudiar, fueron épocas muy duras, casi al punto de que por poco nos toca pedir limosna.”
La familia Martínez Mejía sigue radicada en Medellín, cada hija de Rosalba y su hijo Pablo, tienen un hogar conformado ya, aseguran que siguen esperando que algún día llegue la reparación, que algún día se haga justicia y se sepa la verdad, Rosalba asegura que quiere limpiar el nombre de su esposo, que quiere que todos sepan que él no era ningún guerrillero, que solo era un campesino humilde y trabajador.
“Las fechas especiales, día del padre, cumpleaños, han sido muy difíciles para mí, porque mi papá no está, por eso yo solo quiero que se haga justicia y se sepa de verdad por qué fue que lo hicieron” Dice pablo, “Como reparación sería bueno que nos dieran una vivienda digna, porque nosotros la teníamos y la irresponsabilidad del Estado de no brindar la seguridad a sus campesinos hizo que la abandonáramos, recuperarla es solo una cuestión de justicia, además también espero que algún día San Carlos pueda ser el pueblo más tranquilo del país, se lo merece por tanto que tuvimos que soportar”
En Memoria de Pablo Emilio Martínez, víctima de la Masacre de la Escalera, San Carlos Antioquia.