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Dos peregrinas recorren el Urabá para alimentar su memoria

Memoria Urabá

 

Memoria Urabá

 

“Que el velo se levante.

La verdad escalofriante y sus miserias 

se destapen y la justicia 

haga parte de esta historia espeluznante”.

Errante Diamante. Aterciopelados

En 2011 entró en vigencia la ley 1448 de 2011, de víctimas y restitución de tierras. Esta ley trae consigo innumerables obstáculos, como el hecho de reconocer a las víctimas de agentes del Estado pero excluye otras según el momento de ocurrencia del hecho, el tipo de violación de los Derechos Humanos y la condición de combatiente de la víctima.

Según el Informe para el Examen Periódico Universal de Colombia sobre la situación de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario 2008-2012[1], se presentan evidentes falencias de la implementación de la ley. 

El mismo informe data que entre 2006 y 2011 fueron asesinadas al menos 71 personas líderes reclamantes de tierra en 14 departamentos. Antioquia y Córdoba se convirtieron en las zonas del país con el mayor número de víctimas entre los reclamantes[2]. Según este panorama, ¿cuáles son los esfuerzos del gobierno nacional para que las familias logren u retorno?, ¿qué garantías de protección hay para las víctimas que reclaman tierras?, ¿quiénes son los verdaderos beneficiados de la ley de restitución de tierras?Según el Procurador General de la Nación, el Defensor del Pueblo y la Contralora “el acceso de las víctimas a los mecanismos de reparación son complejos” Además, frente al Registro Único de Víctimas (…) se han presentado más de 94 mil solicitudes de inclusión, de las cuales más del 80% no han sido resueltas (…) La Unidad de Tierras ha recibido 19 mil solicitudes, de las cuales solo se ha podido examinar el 2%”.

La peregrinación al Urabá por la Memoria viva, la paz y la reconciliación realizada en la región del 26 al 29 de septiembre con el propósito de recuperar la memoria y posibilitar el reencuentro de sus pobladores con el territorio, me permitió encontrarme con Ana y Emilia, dos mujeres víctimas de desplazamiento forzado del municipio de Apartadó del año 1999; solo dos historias de vida de un fenómeno agravado en la zona del Urabá que en el periodo comprendido entre 1998 y julio de 2004, registraron mayores niveles de desplazamiento forzado en los municipios de Turbo con 11.031 personas desplazadas y Apartadó, del cual han huido cerca de 10.411 personas[3].

El relato de estas mujeres da cuenta del difícil trasegar de las víctimas de desplazamiento en nuestro país, de las múltiples violencias al que se ven expuestas y a la re – victimización que niegan permanentemente el ejercicio de sus derechos fundamentales. 

“Ay! Yo me fui porque me tocó. ¡Ay! Pero allí dejé mi corazón. Dejé la vajilla y el televisor. Dejé mi casita, mi terruño, mi azadón. Cambié mis paisajes, mi brisa serena, por fríos semáforos y sucias aceras”.  Errante Diamante

Ana y Emilia eran vecinas en Apartadó y se encontraron de nuevo, después del desplazamiento forzado en la Plaza Minorista de Medellín, un día en el que ambas estaban haciendo el recorrido o “mercando” como una de ellas dice. Emilia vivió en Apartadó, luego de haberse desplazado de Peque y de Saiza (Córdoba), donde le mataron varios familiares; Ana vivió 30 años allí, después de haber decidido en San Juan de Urabá ir a trabajar en fincas bananeras.

El relato del conflicto armado nos muestra cómo las poblaciones vivieron la agudización del conflicto, que aun informados de lo que venía pasando en la región en 1999, no pudieron evitar el desplazamiento, Ana nos cuenta: “Cuando llegó la matazón desde Montería y Necoclí para arriba, yo vivía en el barrio Policarpa y oíamos comentarios de que venía la guerra, no creíamos que llegaría a nosotros. La gente para poder salir del Urabá decía que salía a comprar algo, luego hacían la forma de que la familia le pudiera mandar las maletas. En ese tiempo era el que primero empacara y se fuera. Mucha cantidad de gente muerta, gente conocida, compañeros”. Dice, “cuántos años vivimos acá y pasamos bueno; nos esforzamos por no irnos y sin embargo nos tuvimos que ir. Siento nostalgia porque las cosas no fueron las mismas y nos tocó comenzar de cero”.

“Soy viajero de ausencias. Cargo a cuestas mi morral. Llenito de miedo y de soledad”  Errante Diamante

Emilia se desplazó por miedo y dolor después de que le mataran a su única hija de 14 años en 1996. “Lo que más ronda por mi cabeza son los recuerdos: la casita donde viví, por dónde caminaba con ella; mi niña nació acá y no pude disfrutarla, me la arrebataron. Uno viene porque hay que luchar, pero es doloroso. En el tiempo del conflicto  mataron muchos niños de 11 y 12 años, lo que todavía no puedo creer”.

En Medellín las cosas no fueron mejores, dice Ana, “llegamos al barrio 20 de julio donde nos tocó vivir la Operación Orión, otra violencia peor, nos fuimos entonces para Santo Domingo a vivir en casitas prestadas y lacuchara estaba como muy perdida; entonces nos volvimos para el 20de julio, después para Belencito Corazón y luego para Altos de La Virgen también en la comuna 13, donde hace cuatro años se nos quemó el ranchito con todo adentro; no teníamos forma de pagar arriendo y servicios y tres años se demoró acción humanitaria para reconocer el subsidio de arrendamiento. Después de hacer muchas vueltas me entregaron un apartamento en Ciudadela Nuevo Occidente, pero allí me sentía como un pájaro enjaulado sin esperanza de nada; empecé pagando 40 mil pesos de servicios y ya estaba pagando al final 150 mil pesos, ahí si pensaba o comía o dejaba que me mocharan los servicios. En Ciudadela no fui capaz de vivir y me fui para otro barrio “Ya me da lo mismo tar aquí, tar allá, tar en cualquier parte”

Emilia por su parte, llegó al barrio La Quiebra en San Javier, donde le prestaron una casa para vivir. Al poco tiempo se encontró con un hermano que le regaló un solar y construyó un ranchito muy vulnerable, forrado en plástico y tabla en el barrio La Cruz (Manrique). Al poco tiempo desaparecieron a su hermano en el barrio Robledo. 

Según los principios rectores de los desplazamientos internos de la ONU, artículo 28 “las autoridades competentes tienen la obligación y la responsabilidad primarias de establecer las condiciones y proporcionar los medios que permitan el regreso voluntario, seguro y digno de los desplazados internos a su hogar o lugar de residencia habitual, o su reasentamiento voluntario en otra parte del país”.

La vivienda de Emilia después del desplazamiento fue tomada por paramilitares, dice que no volvería a vivir a Apartadó aunque le entregaran una casa. Ana dejó la tierrita que aún está abandonada y de la casa no quedaron si no los cimientos, pero dice que “La esperanza si sería que mis hijos quisieran volver a la finca, yo los acompañaría”.

“Que la fe radiante vuelva a acompañarte.

Valentía tan gigante y una fuerza tan brillante.

Tú pa’lante, tú aguante.

Errante diamante”.  

                                                          
 



[1]      Coordinación Colombia – Europa – Estados Unidos y otras.

[3]  Algunos indicadores sobre la situación de los derechos humanos en la región del Urabá antioqueño. agosto de 2004. Acnur

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Last modified: 29 septiembre, 2021
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