Imagen del Alto Baudó, tomada de la web
La siembra de palma aceitera, trajo para muchos pobladores de distintos corregimientos de Chocó, desplazamientos, muertes, despojo de tierras, amenazas y hostigamientos. Esta lamentablemente es una muestra más de las consecuencias que el conflicto armado colombiano ha dejado. Esta es la muerte de Miguel González.
Las amenazas por parte de los paramilitares en el Tesoro, el limón, Geandó y Brisas eran constantes, Felipe González, un habitante de Geandó cuenta como tuvo que ser testigo de varios hechos que atentaron contra la población civil “Uno de los primeros casos me sucedió a mí en Brisas, como uno no le presta atención a las cosas, no anota y se le olvida, no tengo la fecha exacta. Un día cualquiera salí yo a Brisas que era el puerto más cercano donde comercializábamos las cosas, comprábamos los artículos de primera necesidad y yo que llego al puerto por casualidad con el señor Julio Mendoza, difunto, que después lo asesinaron, llegamos al puerto a coger la canoa, nos montamos a la canoa cuando entran a dispararnos a este lado, resulta que los paramilitares ese día habían llegado ahí y le disparaban a todo lo que veían, nos tiramos de la canoa, íbamos a salir a la orilla cuando la “tirotera” fue hacía nosotros, nos tiramos contra la barranca del río, a la orilla, así con la cabeza apenas afuera y sin mentirle, por ahí, a dos cuartas de la cabeza de nosotros pegaban las balas, de buenas que no nos mataron a nadie. Ese día, hirieron un muchacho; esas fueron las primeras llegadas a Brisas, de ahí ya comenzaron a ser más fuertes, entrándose más para acá, por Llano Rico, por Remacho también entraron, así comenzaron.”
Este día que relata Felipe, fue hacia el año 1996, esta incursión dejó como saldo de muertos a siete personas, los paramilitares entraban a la zona por Brisas y bajo la estrategia de sangre y fuego querían atemorizar a la población a fin de lograr sus objetivos. “Ya a los que estábamos de este lado nos pasaron a todos para aquel lado, nos sentaron ahí en lo que era la callecita en el llanito de Brisas, nos sentaban, nos paraban, nos pasaban esos machetes por el frente diciendo – “este está bueno para mocharle la cabeza” y no sé qué; y de los que habíamos ahí mataron siete ese día, delante de nosotros.
Los pobladores argumentan que los hombres que entraron a los territorios vestían uniformes militares y que en repetidas ocasiones les decían que ellos eran paramilitares “Ellos decían que eran paramilitares, en ocasiones entraron con el Ejército también, con la Brigada XVII de Carepa porque ellos traían en el brazalete y decía que era Brigada XVII. Entraron también, cuando mataron unos viejitos en Buena Vista, entraron con el Ejército, acompañados con el Ejército.” Lo que en muchos casos ha demostrado la complicidad y la responsabilidad del Estado. “Yo recuerdo que, antes de ese día de la masacre que digo yo, el Ejército nos había reunido, no recuerdo el nombre del teniente ni nada pero un teniente nos decía que saliéramos, que más atrás de ellos si venían otros mochando cabezas, el mismo Ejército nos decía a nosotros eso”
Después de la masacre de las Brisas la vida de los pobladores del Alto Baudó empezó a ser más difícil “Ya fue imposible porque para los alimentos comenzó la Cruz Roja cuando se dio cuenta, que le contaba que nos vinieron a hacer visita Antonio García, nos traían bobaditas por ahí, jaboncito, bobaditas de alimentos y el que se atrevía a salir, se arriesgaba y compraba cositas, hasta que ya se fue la gente desplazada para Pavarandó, se traían cositas de allá para acá muy mal, muy peligroso.”
“Comenzaron también a colocar retenes en las salidas, uno temía por dónde uno salía, el mercado era… si uno mercaba cien mil pesos ya tenía que traer treinta mil pesos porque no podía entrar más mercado, después de los treinta lo bajaron a veinte para irlo estrechando a uno y que no saliera a mercar, a lo último a veces uno salía a mercar y no lo dejaban entrar nada porque supuestamente era para llevarle a la guerrilla, decían ellos; ahí fue donde se nos puso la cosa dura que comenzaron a venir las instituciones a traernos lo poquito que nos traían acá porque no podíamos nosotros salir a comprar el mercado como salíamos anteriormente, todo el que salía y le caía a ellos mal lo mataban en la salida a mercar y la gente se fue atemorizando por todo eso y a lo último no salía nadie a mercar.” ente
Felipe cuenta como en muchas ocasiones lo que mercaban tenía que venir firmado por uno de los tenientes del Ejército presentes en la zona, más adelante esa firma les servía a los pobladores para mostrarla a los paramilitares y que ellos les dejaran entrar a sus corregimientos y veredas los pocos enceres que podían llevar. “Donde estaba el retén de los paramilitares le exigían la firma, el recibo, la factura firmada por el capitán del Ejército que había en Pavarandó, si traía… podía ser una batería más, le ponían problema por eso, se la quitaban y le ponían problema.”
La muerte de Andrés González, fue en el año 1998 fue asesinado por los paramilitares cerca al corregimiento El Remacho. “A mi hermano lo asesinaron los paramilitares llegando a Remacho. Lo mataron, le mocharon la cabeza y se la metieron dentro de la barriga, ellos lo hacían así muy cruel, para que la gente cogiera miedo, el resto que quedaban y se fueran yendo, abandonando las tierras para ellos poder apoderarse de ellas.”
“La práctica era esa, el terror y el saqueo, porque ellos a finca que llegaban lo que no se llevaban lo destruían; esa era una de las prácticas: saqueo y terror. Ahora que hablamos de esto, yo creo que esa copia de ese terror lo hicieron desde la colonización de estas tierras cuando los españoles hacían igual, usted no tiene conocimiento de eso?” Pregunta Felipe mientras se desarrolla la entrevista y continúa diciendo, “los españoles hacían algo igual, yo he leído mucho de estas cosas, en los pueblos cualquiera que se iba revelando a sus leyes lo mataban, le quitaban una mano, la cabeza, en la entrada de los pueblos guindaban la cabeza, en esta entrada guindaban una pierna, por esta otra entraba guindaban un brazo para que a los nativos, a los de la tierra de acá les diera miedo y obedecieran sus órdenes, yo comparo estas dos cosas igual, yo he hecho un análisis de estas cosas y me da eso: como que copiaron esa historia y adelantaron más porque saqueaban”
Recuerda Felipe que el día que mataron a su hermano Miguel también asesinaron a varios de sus sobrinos, que venían huyendo de corregimiento cercanos donde ya la violencia no daba tregua, esa tregua que tampoco llegó a su familia, pues en los años posteriores otros dos de sus hermanos fueron asesinados, su casa saqueada y el desplazado por el terror.
Los nombres de las víctimas fueron cambiados para proteger su integridad.