Recordar es volver
A pasar por el corazón
Es sentir que está hoy
La emoción que nos abrigó
Es mirar hacia atrás
Y empezar otra vez
Con la fuerza para volver
A pasar por el corazón
Después de trece años de su homicidio, Chucho Puerta y Julio González continúan siendo recordados como hombres comprometidos con las luchas sociales y populares, y con la defensa de los Derechos Humanos de los presos políticos desde su trabajo en la Fundación Comité de Solidaridad con los Presos Políticos (FCSPP).
“Chucho era un autodidacta”, dicen sus amigos. Estando en el Comité validó el bachillerato y comenzaría a estudiar Derecho en la Universidad Autónoma de Colombia, pero le cortaron la vida.
Su solidaridad y abnegación trascendían fronteras inimaginables. El día que nació su primer hijo, cuentan, los mineros de El Carmen de Atrato, municipio de Chocó, se tomaron la autopista puesto que sus reivindicaciones laborales eran ignoradas. El choque con el Ejército, que llegó a disolver violentamente la manifestación, dejó tres muertos y unas quince personas fueron capturadas, entre ellos algunos indígenas que no conocían siquiera el color del concreto.
Con el dolor que le implicaba no estar en el momento en que naciera su primer hijo, Chucho viajó a la zona para acompañar a los presos y a sus familias.
Julio, por su parte, pervive en la memoria de sus amigos como un hombre afectuoso, extrovertido y efusivo que logró acercar a otras organizaciones sociales de la ciudad a las luchas del Comité.
El 30 de enero de 1999 fueron obligados a bajar del bus en el que viajaban de Medellín a Bogotá para participar en una reunión del Comité, y asesinados al pie de la carretera. No sólo fueron víctimas de las balas que suelen acallar a los defensores de Derechos Humanos en Colombia, sino también de la negligencia estatal que ignoró las solicitudes de seguridad para las sedes del Comité y la activación de un sistema de comunicaciones para que sus miembros pudieran pedir colaboración en caso de emergencias.
Lamentablemente esta es una pelea que no encuentra fin. Aún hoy los defensores de Derechos Humanos están entre el cañón de los grupos armados y un Gobierno que no cumple los compromisos adquiridos a nivel nacional e internacional para la protección de sus activistas.