Escrito por 9:30 am Sin categoría

Entrega digna de Jairo César García Idárraga

Muchos textos de la literatura insisten en la idea de que somos lo que otrxs recuerdan de nosotrxs, y que no muere quien permanece en la memoria de aquellxs que le recuerdan. De seguro, cada persona en el mundo tiene su propia tribu para la recordación personal y la enunciación de las ráfagas de tiempo que transitamos en este espacio, y en este caso puntual, en la geografía colombiana. 

Doña Pureza ha sabido recordar. ¿Y cómo no? Es madre de 5 hijos: 4 hombres y una mujer. Es esposa de don Carlos y habitante de Granada, Antioquia. Ha buscado a su hijo Jairo César durante 18 años; también buscó hasta encontrarles a Álvaro y a Javier. Todos ellos, sus tres primeros hijos. Dice que conoce a la gente por la mirada, que sabe distinguir a las personas viéndolas a los ojos. También cuenta que se marea yendo a Medellín, y que le da miedo perderse en la ciudad, que se siente insegura.  Por suerte encontró a Oliva, una aliada que la ha acompañado al encuentro con los abogados de la Corporación Jurídica Libertad y otras familias buscadoras; la amiga que ha sido sombra derecha en el proceso de búsqueda y hallazgo de la verdad.

Como esta madre, a lo largo y ancho del territorio nacional hay otras miles de mujeres y familiares que buscan y recuerdan a las más 210.000 personas víctimas de desaparición forzada. Esta realidad retrata este lugar en la historia en el que la humanidad se contrapuso a este adjetivo, y por el contrario, se despojó de cualquier acto de compasión, sensatez y cordura, y enfrentó de manera desenfrenada al odio, al miedo y al enemigo, teniendo por escudo los cuerpos de tantos, la vida de tantas, los sueños de tantos, de cientos y miles de personas que eran hermanas, hermanos, hijas, hijos, padres, abuelos, vecinos, amigos, esposos, inocentes…  Personas con aficiones, con canciones y comidas favoritas; con rutinas, con ojos lúcidos, sonrisas grandes, y secretos sin descifrar.

A Jairo, por ejemplo, le gustaba mucho jugar billar y hacer sancocho, trabajaba con su papá en la ramada; mantenía con él un machete, como digno implemento de quien vive en el campo y trabaja cortando caña. Uno de sus colores preferidos, era el rojo; en más de una oportunidad le dio regalos rojos a su mamá. Se divertía mucho con sus hermanos, especialmente con el menor de todos, lo cargaba a caballo y de seguro más de una vez se le coló una sonrisa en medio del juego. Jairo siempre portaba un escapulario con una cruz de madera en el cuello; una manilla en la mano izquierda que decía Jesús Te Ama; y usaba un reloj casio al igual que su papá, quien dice que son los más resistentes. Tenía 21 años la última vez que su madre María Pureza, y su padre Carlos Adán, le vieron con vida. Era el mayor de cinco hijos, el tercero en ser víctima de crímenes de Estado y el último en ser identificado. 

En el año 2005, días después de su desaparición, tiraron una hoja debajo de la puerta de la casa de la familia García Idárraga, que decía: «Tenemos a su hijo en San Rafael». Esa información fue clave para que la búsqueda se diera; y la permanencia de una madre buscadora dio permiso para que el 21 de septiembre de 2023, la UBPD haya dado la entrega digna del cuerpo de Jairo a sus familiares, después de investigar este caso y determinar que fue un homicidio de acción deliberada por el Batallón energético N°4, tras reconocer los patrones en el accionar de la fuerza pública para presentar “bajas en combate”, lo que se reconoce hoy como víctimas de “falsos positivos”.  

Han transcurrido 18 años, en los que el cielo del corregimiento de Santa Ana ha sido testigo de la ofensiva violenta y armada de distintos grupos; en los que aguardó la desaparición de Julio César. La acción armada que se expresó mayormente en el año 2001, se extendió tanto como lo hace el verde en las montañas, al punto que, para el 2005, la mayoría de sus habitantes se desplazaron forzadamente, con el miedo, la intriga y la ausencia igualmente guardados en la maleta. 

Es 21 de septiembre, el día internacional de la paz; en Granada el tiempo es soleado, y a diferencia del clima del casco urbano, Santa Ana es más caluroso. Se siente el sol en la espalda y alumbra en los ojos claros de doña Pureza; los que Jairo le heredó. A simple vista, entre la fotografía expuesta en un portaretrato y los rostros de su padre y su madre hay similitudes; aunque quizás no tantas como las que arrojó el estudio forense. 

En una primera necropsia se encontró un documento de identidad con el nombre Jairo César García Idárraga, y así se dispuso el cuerpo en la bóveda 116 del cementerio de San Rafael, el municipio al que se referían en la nota que cruzó la rendija de la puerta el mismo año de su desaparición. Para 2021 inició el análisis del cuerpo de Jairo César por parte del Instituto de Medicina Legal y Ciencia Forense; teniendo en cuenta lo anterior, además del cruce de datos y la corroboración del ADN, el Instituto determinó que el cuerpo a entregar a María Pureza, Carlos Adán, y sus hijos Iris y Ómar, es el de su hijo y su hermano Jairo. 

 “Me siento alegre porque ya lo tenemos cerquita; porque ya Jairo va a estar allí en el cementerio”, dice don Carlos, a contraluz, sentado en el comedor de su casa, mientras el brillo del día rebota en las montañas que se ven tras la ventana. 

Doña Pureza complementa la enunciación de la alegría diciendo que no quiere nada triste, que quiere celebrar, y que por ello eligió los colores rojo y blanco. Aprovecha y hace énfasis en que quiere una canción alegre para la eucaristía. Se le ve tranquila y agradecida porque todos los años de búsqueda se materializan con la posibilidad de saber que su hijo hoy descansa en campo santo. 

Así como las montañas de este corregimiento son retrato de la riqueza y la dulzura del campo; la vida, la entereza y la fuerza que ha tenido doña Pureza como madre y promotora de la búsqueda de sus hijos, es el espejo de esta matria que insiste en buscar a los suyos; exigiéndole al Estado que responda, esperando que el sueño de sus hijos se cumpla; como el que Jairo le susurró mientras dormía: en su anhelo por regresar y permanecer para siempre en la tierra que le vio crecer. 

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Last modified: 23 septiembre, 2023
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